EL MUSEO IMAGINARIO DE LA ESCULTURA
    La mirada de la fotografía




Desde su invención en 1839, la fotografía transformó radicalmente la relación de los hombres con el arte. No sólo era un medio técnico que permitía «ver» obras nunca contempladas, sino que se
convirtió, además, en un arte en sí mismo, al ofrecer un admirable campo de experimentación creativa.
Entrada de la exposición 'Un Museo Imaginario' Colegio de San Gregorio de Valladolid
Y de entre todas las artes, fue la escultura, muy por encima de la pintura, y desde muy pronto, el objeto artístico predilecto de los grandes fotógrafos. Como afirmó A. Malraux en El museo imaginario, la historia de la escultura «es la historia de aquello que es fotografiable». No sólo por
su facilidad para difundir objetos inaccesibles y dispersos por el mundo —esculturas de catedrales, fuentes y estatuas de jardín, obras en museos, talleres de artistas, monumentos urbanos—, sino porque a través de la elección de la hora del día, del encuadre o de la luz, a través del aislamiento de un detalle, de la confrontación espacial o de la manipulación del color, el fotógrafo extraía de ella una modernidad insólita, una poética inesperada.
Sala de Reservas. Museu de Tortosa. Fondo del MNE

El Museo Nacional de Escultura lanzó hace un año un concurso destinado a todos aquellos amantes de la fotografía atraídos por esos objetos tan fotogénicos y por todas sus posibles suplantaciones, alusiones o sustituciones irónicas. Hasta el extremo de que, como sucede en algunas de las fotografías seleccionadas, el objeto no es tanto la escultura (en el sentido clásico) como la vida o la realidad camufladas en formas «esculturizadas», en consonancia, por lo demás, con la deriva de un arte
que ha abandonado desde hace décadas la figuración, el volumen o la densidad material para expandirse en una pluralidad de expresiones y experiencias, que van del cuerpo humano al objeto, de lo narrativo a la forma abstracta, de la arquitectura al paisaje.


Reposo. Museu de Tortosa. Fondo del MNE
La fotografía ha ido creando así, a medida que evolucionaba, un museo paralelo al mundo real de las estatuas: más amplio, porque va desde las obras maestras a las más ignoradas, desde el bibelot hasta el gran monumento; pero, sobre todo, distinto, porque revela secretos del acto creador y ayuda a comprenderla con ojos nuevos; porque la reinventa y cuestiona hasta límites insólitos el estatuto de lo escultórico. Dicho en pocas palabras, mientras que la escultura real es una afirmación, la
fotografía escultórica es una forma de interrogación; requiere una mirada abierta, despojada de todo prejuicio.

¿Cuántas esculturas no nos conmueven menos que su fotografía?
A. Malraux


-Texto extraido de la hoja de sala de 'Un Museo Imaginario'-